A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



domingo, 26 de diciembre de 2010

ANTE LAS LUCES DE LAS FIESTAS

Antes de las navidades, les decíamos a los padres de Renacer que siempre a la noche sigue la aurora, que no es posible detener la llegada del alba, que esta imagen simboliza la esperanza de que detrás del muro que se levanta ante nuestra vida cuando perdemos un hijo hay un paisaje oculto que es lo que tenemos que descubrir.


Son caminos a recorrer iluminados por esa estrella fugaz que pasó por nuestras vidas para tocarnos y transformarnos.

Entonces dijimos algo así:

Un día, el dolor golpeó a nuestra puerta. pero el mundo siguió andando.

En ese mundo estaban nuestros otros hijos., nuestros padres, abuelos que en silencio lloraban a sus nietos.

Y también estábamos nosotros mismos cerrando puertas y ventanas. con el corazón herido, muerta toda esperanza.

Un corazón por cuya herida abierta entraban miles de encontradas emociones. habitaban allí la bronca, el rencor, el odio o los miedos.

Puentes que se rompen. Y nuestra vida deambulaba silenciosa en la oscura noche del alma.

Empero, como en la naturaleza, donde nadie ha podido impedir la llegada de la aurora, llegó hasta nosotros un mensaje de esperanza, llegó el Mensaje de Renacer.

Un mensaje impregnado de amor que nos muestra que detrás de lo que las circunstancias parecen ser, no se agota todo lo que ellas son.

Que el destino no es lo que nos pasa, sino lo que cada uno de nosotros hacemos con aquello que nos pasa.

Que acaso queremos hacer de nuestros hijos aquellos que vinieron a arruinar nuestras vidas.

Que nuestro amor hacia ellos no se ha extinguido, o ¿sólo han sido dolor?

Es, entonces, cuando el amor a nuestros hijos desalojará a aquellas emociones negativas que pretenden gobernar nuestra existencia.

Y paulatinamente en nuestro corazón se encienden nuevas luces y empezamos a ver alrededor nuestro que no estamos solos, que hay una mano invisible que guía nuestros pasos y nuestros hijos se transforman en nuestros maestros, aquellos que vinieron a transformarnos.

¡Qué difícil es al principio!

La tarea es nuestra, porque desde el primer día, podemos elegir como hemos de sufrir, si dignamente o miserablemente. ¿Qué se merecen nuestros hijos?

¿Qué imagen estamos dando al mundo? ¿Que la muerte todo lo puede?

Y no importa si no es en estas fiestas que levantemos, por primera vez, una copa en homenaje a nuestros hijos, pero si un día habremos de hacerlo, ¿por qué demorar ese instante, aunque el brillo de nuestros ojos se nuble por una lagrima?

Quizá sea eso lo que ellos esperan de nosotros.

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