A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



sábado, 28 de agosto de 2010

UN LLAMADO A UNA NUEVA EXISTENCIA

“Es necesario reconocer que una separación genera un duelo, la muerte de un padre o un abuelo así como lo hace un exilio, para una persona anciana solitaria, también la muerte de una mascota puede generar un profundo duelo, así como puede hacerlo la pérdida de una casa en la que hemos vivido y nuestros hijos se han criado, pero la muerte de un hijo genera algo enteramente distinto a la muerte de un padre o un abuelo y más aún a la de una mascota.


Todos los padres decimos que después de la partida de nuestros hijos, la vida cambia para siempre, pero, ¿cuál es este cambio?

La creencia generalizada es que ese cambio es para peor, esperándonos una vida de tristeza, sin embargo, Renacer desde sus orígenes se afanó siempre en mostrar que la muerte de un hijo es un llamado a una nueva existencia, y va más allá, no sólo a una existencia radicalmente nueva, sino una mejor existencia, una existencia que permita transformar una realidad no sólo personal sino una realidad que permita transformar una desgracia personal en un triunfo de la humanidad entera, en otras palabras, un acto de grandeza existencial.

Muchos dirán que eso es una tarea muy difícil a lo que deberemos responder que a grandes interrogantes grandes respuestas; ¿es que acaso la muerte de un hijo no es el interrogante más serio que la vida nos ha planteado? ¿Y es posible que nuestra respuesta sea tan solo la de conformarnos con atravesar las etapas de un duelo de manera más o menos adecuada o quedarnos estancados en él?

Es posible dar un gran salto desde el sufrimiento a la grandeza. Si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo de mirar más allá del mero duelo y tratamos de entrar en lo excepcional, en la verdad, que es el hallazgo de sentido a esa pérdida.

El sentido de toda situación es aquel accionar que es bueno para la persona, bueno para los que la rodean y bueno para la vida. En otras palabras, la oportunidad que existe en cada crisis nos permite acceder a la grandeza como consecuencia de la muerte de un hijo. Frente a esta extraordinaria posibilidad ¿Cómo conformarse con un mero transitar un duelo? ¿Cómo conformarse con un mejor o peor análisis de la culpa, el odio y cuantos sentimientos y emociones negativas se pueda mencionar?

Foucault nos dice que al vivir una situación limite, a partir de ahí, se abre el espacio en que se juega lo divino, de esta manera está planteada la disyuntiva de atravesar el duelo o arriesgarse al espacio en el que reina lo inefable.

Renacer nació para mostrar, a quien estuviese dispuesto, un camino de grandeza que es posible seguir y es por esta razón que ese mensaje fue captado y aceptado por padres de muchos padres de América y Europa; no fue aceptado por ser un grupo de duelo sino por su inquebrantable voluntad de acceder a esta grandeza y mostrar algo radicalmente nuevo para la humanidad.

Es obvio que el pensamiento sobre el duelo, con el que Renacer fue creado, difiere en gran medida de aquel que se encuentra presente en algunos de los grupos, y en del de quienes en sus disertaciones se mueven con gran soltura en el terreno del duelo.

En nuestra cultura es conocido que la muerte cuando llega de visita a un hogar da un nombre a los deudos de la persona que ha fallecido, así es de uso corriente que, de un momento para otro, alguien se transforme en viuda, viudo o huérfano, quienes prontamente pasan a estar en duelo, pero hay un caso puntual en el que nuestra cultura no ha sabido aún como nombrar a quienes permanecen de este lado de la vida, es el caso cuando muere un hijo y cuando esto sucede todos se estremecen y recuerdan entonces que la muerte de un hijo no tiene nombre…

En la medida en que aún no existe palabra ni lenguaje que nombre a los padres que pierden hijos, todos los conceptos vertidos hasta ahora sobre el duelo por una muerte que al venir da nombre a los deudos, tales como viudez u orfandad, carecen de vigencia, carecen de sentido cuando se los aplica a los padres que pierden hijos; son sólo meras apariencias.

Cuando no hay nombre es necesario pensar lo no pensado, en el sentido de un proceso de creación auténtico, yendo más allá de un mero desocultar algo que ha permanecido oculto, hay que ir más allá de los límites, más allá de los paradigmas vigentes

Renacer es la historia de ese transcurrir, pero de una manera distinta de la hasta entonces considerada como “clásica”, alejada de todo tutelaje del ser sufriente, sea éste químico, psicológico, religioso o social, descubriendo, en el proceso de hacer camino al andar, la dimensión espiritual, donde tienen su origen aquellos fenómenos específicamente humanos, aquellos que han de permitir la búsqueda señalada.

Frente a esta circunstancia en la que una persona está inmersa y en la que debe desarrollar su vida a partir de ella, no es que tenga que desarrollar su duelo o su dolor, tiene que desarrollar una nueva existencia, pues la existencia de una persona está por encima de su dolor, la existencia es una cuestión integral comprende la totalidad de la vida.

Seguramente, que a todos nos cuesta vivir, no hay tarea más difícil que vivir la propia vida, aun antes de la partida de un hijo; hay que levantarse todos los días, hay que enfrentarse al patrón o enfrentar a quien sea y nos cansa, no tenemos la recompensa y los dineros no alcanzan; es muy difícil; es tan difícil que para muchas personas la muerte de un hijo es la excusa perfecta para abandonarse y decir: “yo haría el esfuerzo si no fuera que se me ha muerto un hijo”; la excusa perfecta para no hacer nada, a esos papás tenemos que mostrarles esa realidad, que cuando perdemos un hijo, hablar en términos de duelo, hablar en términos de elaboración de emociones y elaboración de sentimientos, son palabras muy pequeñas para lo que podemos alcanzar, son logros que si uno mira, son bien subterráneos, no es un lugar elevado

Por supuesto que algunas personas, algunos papás querrán hacer esto y no hay nada malo en que lo hagan, que trabajen elaborando un duelo priorizando sus emociones y sentimientos; la tragedia, en el fondo, sería que el grupo Renacer no pudiese mostrarle a esos papás que hay algo que trasciende a todo eso, que hay algo que cualitativamente es superior a todo eso, que hay nuevos mundos por explorar y, por sobre todo, mundos que son posibles de ser transformados por nosotros, mundos en los que podemos hacer espacios para aquello que no es infierno

Hay que buscar nuevas palabras, un nuevo lenguaje para definir lo que es la pérdida de un hijo; el dolor no se elabora, el dolor se trasciende, se busca un sentido a esto que nos pasó, se busca un sentido a la tragedia que nos tocó vivir, no se busca la resignación, no se busca la paz ni la serenidad como objetivo último, hemos vivimos un acontecimiento límite, una circunstancia, un cambio radical tratar de forjar una nueva humanidad, tratar que toda nuestra experiencia sirva para crear mundos de amor, tolerancia, respeto, solidaridad y compasión, no declamados sino vividos.

Es un cambio existencial, pues no somos las mismas personas y no podemos querer seguir siendo los mismos, cuando somos libres para elegir ser mejores personas o peores, aunque la libertad duele, pues ser peor persona es facilísimo, ni siquiera hay que levantarse de la cama, no exige ningún esfuerzo, el desafío es: ¿qué hago de aquí en adelante?

A veces se dice hay un antes y un después: NO; seremos mejores o peores personas, cuando decimos que hay un antes y un después estamos buscando las causas, los por qué; ser mejores personas es buscar una finalidad, nosotros buscamos el para qué. En esto nos ayudó Elisabeth Kübler Ross cuando habla de un despertar espiritual con estas palabras: “por más absurdo que pueda parecer, el hecho de perder un hijo podía provocar en los padres un verdadero despertar espiritual”

El objetivo es encontrar sentido a esta tragedia y cuando se le encuentra sentido, lo más maravilloso es que nuestros hijos no se van en vano, es que su partida no es estéril, es que este sufrimiento es germen, es tierra fértil en este corazón, para que crezcan nuevas raíces, una nueva planta, planto un nuevo árbol cuyas ramas lleguen al cielo.

Nosotros estamos cada vez más convencidos que cuando un hijo muere no hay, en realidad, algo como un duelo que sea posible transitar sin morirnos en el intento. Por eso estamos convencidos que hay que mirar más allá del duelo, hay que clavar la mirada, el corazón y el sentido en aquello que está más allá de nuestra realidad tal como hasta ahora hemos podido representarla. Es necesario trabajar con una nueva realidad, una realidad que comienza a dejarse ver a través de este camino de espiritualidad al que la muerte de un hijo nos abre las puertas. Toda otra visión, todo otro proyecto, enfrentado a éste queda disminuido.”

martes, 10 de agosto de 2010

NUNCA SEREMOS LAS MISMAS PERSONAS

“Cuando las circunstancias no pueden ser cambiadas, el sufrimiento le da un nuevo sentido a nuestras vidas, frente a nosotros mismos, frente a nuestros hijos, frente a la comunidad, frente a la vida, frente a la muerte, frente a Dios o como cada uno lo sienta, a partir de ahí, podemos aceptar nuestra vida tal como es y vivirla con coraje, no escapándose de ella, no ocultándose de ella, enfrentándola con valentía. Al atravesar una conmoción existencial, como es la pérdida de un hijo, no podemos seguir siendo los mismos, algo en nosotros ha cambiado para siempre; la vida se ha invertido como un guante de goma que se saca dando vuelta sobre sí mismo y somos otra persona distinta, nunca más las mismas personas y una vez más tenemos que elegir. De pronto, al darnos cuenta de esto uno se dice: “tengo que sufrir, no puedo evitarlo”, pero ¿puedo elegir cómo sufrir? ¿Es lo mismo sufrir dignamente, que sufrir miserablemente? ¿Es lo mismo caminar por la vida buscando monedas en el suelo, que caminar con la frente alta? No Hay un tiempo de sufrir, pero aun sufriendo, sabemos que podemos sufrir miserablemente o sufrir con dignidad.Esa es una elección que puedo hacer yo hoy, cuando acabo de enterrar a mi hijo: sufrir con dignidad o sufrir miserablemente. ¿Qué clase de persona vamos a ser? No quedan más que dos caminos, o soy mejor persona o soy peor persona; si alguien conoce otra posibilidad quisiera que lo diga, no conocemos otras opciones. ¿Voy a dejar que mi dolor maneje el auto de mi vida y vivir como un “zombie” sentado, dejando que mi dolor maneje mi vida? Entonces se nos plantea el problema de la propia responsabilidad ¿Qué hago de mi vida de aquí en más? Siempre será nuestra responsabilidad có mo viviremos nuestra vida, cómo la viviremos cada día. Cada día me levanto y puedo elegir lo que cada día voy a hacer de mi vida; soy yo quien voy a proponerme llorar, porque el llanto es lo que yo siento por mi hijo, o voy a levantarme con deseos de hacer algo en su homenaje que no sean las lágrimas. Si uno basa el trayecto de su vida de acá en más en el amor, si cada día de mi vida yo me levanto haciendo ese esfuerzo extraordinario que significa, aún en esos primeros tiempos, de despertarse y saber que me despierto sin mi hijo, pero sabiendo también que por amor a él, y si me quedan otros hijos, también por amor a ellos, yo tengo que ponerme de pie con dignidad. Tengo que iniciar ese día y cada día de mi vida con proyectos de vida que incluya a otros seres que sufren. Cuando los padres comienzan a darse cuenta que nunca una persona que ha perdido un hijo volverá a ser la misma, que algo cambia para siempre, es aquí donde Renacer le abre el camino al análisis de la propia existencia.La respuesta es siempre la misma: el salto hacia nuestra dimensión espiritual, donde encontraremos los recursos necesarios para reinsertarnos en la sociedad a través de una vida productiva y plena de sentido. Asumamos el desafío y la aventura de ser una nueva persona y elijamos en ese camino entre lo mejor y lo peor, porque podemos decidir, podemos elegir, no somos bebés recién nacidos, comenzamos una nueva vida pero ya con experiencia, ya podemos decir que es el bien, ya podemos decir que es el mal, ya podemos decir que es lo que queremos ser, entonces, a través de esa transformación interior, la muerte de un hijo no va a ser en vano, esos hijos van a ser estrellas fugaces que llegaron a nuestras vidas, nos tocaron, se fueron pero nos transformaron, nos tocaron para cambiarnos, son pocas las veces en que la vida nos da segundas oportunidades.”

miércoles, 4 de agosto de 2010

CUANDO TU HIJO HA DECIDIDO PARTIR

APOYO PARA SOBREVIVIR CUANDO TU HIJO SE HA SUICIDADO


Una institución norteamericana que apoya en un programa nacional a padres que han perdido a sus hijos ha

elaborado una breve guía para ser utilizada como documento de trabajo en los grupos de autoayuda en los

casos de padres cuyos hijos se hayan quitado la vida.. Hemos tomado esa guía y, con algunas adaptaciones

de lenguaje y de concepto y comentarios adicionales la presentamos al grupo como documento de trabajo.

(Daniel y Gabriela Vítolo )

1.- QUE DEBERÍAS SABER RESPECTO DEL SUICIDIO
* El acto definitivo por el cual una persona se quita la propia vida nunca puede ser comple-tamente predictible para ninguna persona , hasta que sucede.
* Algunas personas pueden exteriorizar ciertos signos, comportamientos, o ideas que consti-tuyen advertencias reveladoras respecto a sus intenciones. Sin embargo, dichos signos pue-den se tan imprecisos o codificados , que inclusive para un consultor con experiencia, o un profesional entrenado, pueden pasar inadvertidos.
* La mayoría de los suicidios son reacciones frente a intensos sentimientos de soledad, crisis existencial o económica, desesperación, angustia, temor, la perspectiva de un futuro incierto y aciago, y depresión. Puede parecer-muchas veces-que la causa o el motivo determinante es una situación no grave, o un incidente menor. Pero la causa verdadera es el conflicto interno, y la desesperación, que en la generalidad de los casos es insondable.
* Muchos padres han tenido la experiencia- en algunos casos- de la frustración creada por años de internaciones y hospitalizaciones, tratamientos médicos y asunción de responsabi-lidades. Esta realidad puede verse agravada por las dificultades propias de vivir con una persona que está constantemente bajo procesos de depresión.
* El suicidio de personas jóvenes (entre 15 y 24 años) ha crecido más de un 300% desde 1950.
* En los Estados Unidos solamente, se producen cerca de 35.000 suicidios por año, de los cuales 5,000 corresponden a jóvenes entre 15 y 24 años. Igualmente se registran anualmente más de 250.000 intentos de suicidio.
* También en Argentina ha crecido notablemente el índice de suicidios, y el que involucra a personas jóvenes. Hace 25años de cada 10 suicidas, uno tenía menos de 18 años. En 1993 de cada cuatro suicidios uno es protagonizado por un menor de 18 años.
2.- DESPUÉS DEL SUICIDIO
* La negación de la realidad, y sentimientos de shock, culpabilidad, rebelón, injusticia, ofensa y depresión son parte de una conducta normal, como reacción frente al dolor que produce la muerte de un hijo. Conocer que tu amor por él no fue suficiente para salvar su vida, puede presentarte sentimientos de impotencia o de fracaso. Sin embargo ad-vierte que, como padre, tu le diste a tu hijo su humanidad con todo lo que ello implica- elementos positivos y negativos- y lo que él hizo con esos elementos fue, en principio, su propia decisión,
* Interpretaciones culturales y religiosas del pasado, y las calificaciones y connotaciones sociales que se otorgan a tales interpretaciones son parte del “estigma” asociado al sui-cidio. Es importante que enfrentes la palabra suicidio. Enfrentarla te parece hoy más difícil de lo que realmente debería ser. No te angusties; ello llevará tiempo. Mientras tanto, en lugar de concentrarte en todo aquello que rodea al “estigma” del “suicidio”, concéntrate en tu propia curación y supervivencia.
* Es fácil y hasta natural que te inclines a sentirte responsable de la decisión de tu hijo, o que responsabilices a tu cónyuge, o a otras personas por ello; pero hacer esto suele ser contraproducente y no ayuda a nadie . Evita también caer en la tentación de esforzarte en buscar una explicación de porqué tu hijo se suicidó. Tampoco ayuda.
* El suicidio no es hereditario. Es una decisión individual, y una cuestión individual. Sin embargo recuerda que el suicidio de un miembro de la familia puede tener una profunda influencia en otros miembros de ella.
3.- CULPABILIDAD
* Sentimientos de culpabilidad te asaltarán frecuentemente, y saldrán a la superficie siste- máticamente. Te encontrarás más seguido de lo que imaginas repitiendo la frase: ”...si sólo hubiera...”. Es posible que necesites sentirte culpable por un tiempo, hasta que comprendas y adviertas que tu no eres responsable, así como tampoco culpable de la propia decisión de tu hijo. Algunas veces es absolutamente necesario profundizar un sentimiento para poder, definitivamente alejarte finalmente de él. Cree en ti mismo. Eres humano y , en consecuencia, admite tus limitaciones.
4.- RESENTIMIENTO
* Resentimiento o sentirte “dolido” o “herido “ respecto de tu hijo puede ser una parte natural del trauma, y hasta es frecuente expresar tus sentimientos más profundos de “...Cómo pudiste hacerme esto a mí y cómo pudiste hacerte esto a ti mismo...”. Intente encontrar maneras constructivas para expresar este sentimiento, dando lugar a que la cicatrización de tu herida y tu recuperación , finalmente, puedan tener lugar. Expresa tus sentimientos; permite que “saliendo” tu sentimiento se agote; llora si quieres y deja que la herida cierre.
5.- ¿POR QUÉ?
* Es natural que te preguntes por qué. Y para ti es casi una necesidad. No puedes evitar formular la pregunta, aún cuando conoces que –por lo general – no hay respuestas cla-ras. O que no las encontrarás. Es importante que aprendas a pelear con esa pregunta, y a lidiar con ella, para que finalmente puedas dejarla de lado..Continuar preguntándote “por qué” durante años, puede convertirse para ti en una “obsesión“ que resultará des-tructiva para ti y los que te rodean.
6.- DEPRESIÓN
* Falta de atención, incapacidad para concentrarte y sentimientos de que no tienes ya nada por que vivir pueden ser partes del proceso de duelo y tristeza. Una actividad física mo-derada puede ser un medio de combatir la depresión. Permite que tu familia y tus amigos te cuiden y te brinden cariño. Tu no tienes obligación de ser fuerte. Mantente siempre en estrecho contacto con las personas que aprecias y consideras.

7.- CUESTIONES ESPIRITUALES
* Frecuentemente, frente a la pérdida de un hijo, y especialmente en los casos de suicidio, los padres se ven sumidos en una profunda crisis de fe, y cuestionan sus creencias reli-giosas, o sus sentimientos respecto de Dios. El enfrentamiento de la existencia de vida después de la muerte, también es un conflicto que suele salir a la superficie. Interrogarse para determinar “Por qué Dios permitió que esto pasara” no tiene sentido, pues es una pregunta que no podemos, ni estamos en condiciones de responder: como tantas otras preguntas respecto de imperfecciones; en este mundo. Si crees en Dios , intenta rezar para llegar a sentir paz interior , en lugar de buscar respuestas. Del mismo modo, es importante, y puede ayudarte, que te contactes con otros padres que han perdido hijos por suicidio, e intercambies con ellos experiencias, sentimientos, y converses sobre los aspectos espirituales de sus propias experiencias,
* Para todo aquello que concierna a las cuestiones espirituales, si eres creyente, busca alguna persona cálida, amable y que no desee juzgarte –ni a ti ni a tu hijo – que sea sacerdote o ministro de tu fe, y ábrele tu corazón.
8.- EJERCICIOS DE SUPERVIVENCIA
* En familia, hablen entre Uds., acerca de la muerte del ser querido; dialoguen sobre su pérdida y su dolor. Recuerden juntos los tiempos buenos, y los no tan buenos, Todos los miembros de la familia sufren su dolor y desarrollan su proceso de duelo de una manera propia. Traten de entender esto. Es mejor expresar los sentimientos que internalizarlos. Llorar es saludable y terapéutico.
* Puede resultarte de ayuda escribir tus propios sentimientos o escribir una carta a tu hijo muerto, expresándole todas las cosas que no pudiste o no supiste decirle antes de su muerte. Para muchas personas , es una buena manera de decirles adiós
* Deja que los amigos te ayuden. Cuando ellos te preguntan que pueden hacer para ayudar-te, no te sientas afligido por decirles realmente cuáles son tus necesidades y como pueden ayudarte. Eso también los ayudará a ellos.
* Puede ser beneficioso llegar a participar en grupos de autoayuda. A través de un accionar común con otras personas que han transitado la misma senda de tu dolor, puedes ganar comprensión de tus reacciones y aprender caminos para superar tu dolor. Busca también ayuda profesional , si ésta resultara necesaria para ti o para tu familia.
* Date tiempo, tiempo... y más tiempo. Lleva meses, inclusive años, abrir tu corazón y tu mente para llegar a superar el dolor. ELIGE SOBREVIVIR; aunque hoy te parezca algo absurdo. Date tiempo a ti mismo, y podrás lograrlo.

lunes, 2 de agosto de 2010

QUÉ DIFÍCIL ES HABLAR DE LA MUERTE

“Qué difícil que es hablar de la muerte cuando afuera el sol ilumina el verde brillante de las hojas, las gotas de rocío en el pasto, las flores blancas del laurel… en realidad es difícil hablar de la muerte en cualquier circunstancia, en cualquier lugar. Tiene que ver con negar la existencia de una certeza.


Todos sabemos que vamos a morir, que es inevitable y, sin embargo, haremos lo imposible por negarlo y damos la espalda cuando “le pasa a los demás”.

Hasta que un día nos pasa a nosotros; le pasa a seres que amamos más que a nada en el mundo... le pasa, incluso, a nuestros hijos, quienes nos enseñaron una insospechada forma de amar, que teníamos reservada sólo para ellos.

Y de entre todas las diversas formas de morir un hijo, el suicidio está entre las más duras y trágicas para los seres que quedan, generalmente, sumidos en un dolor que no conoce iguales y en una incredulidad que les hará repetirse, una y otra vez: ¿por qué? al mismo tiempo que se reprochan el “no haberse dado cuenta” de lo que iba a suceder para evitarlo y, de aquí en más, comenzarán el largo y angustiante camino de las culpas que los acosarán día y noche y no los dejarán vivir, dormir, respirar.

Se culpan ellos, culpan a otros, culpan a Dios y aún quizá, lo que les causa tanto más desasosiego, culpan a los hijos que decidieron irse de esa manera. El dolor no parece tener límites, las nociones de castigo los asechan y quizá, también, la mirada de los demás que creen verlas, aun cuando no lo sean, como acusadoras.

Pero, así como sabemos poco y nada sobre la muerte y el proceso de morir, lo que nos hace difícil consolar a los que sufren, especialmente a un padre que pierde hijos, menos sabemos sobre cómo hablar al padre cuyo hijo se quitó la vida.

Y lo que es más aún, poco y nada sabemos de lo que lleva a un niño o a un joven a suicidarse.

A veces "parecen" haber causas directas, muchas otras no, y los padres se debatirán en un sin fin de explicaciones tentativas, buscando el sosiego y la paz que parece haberlos abandonado para siempre.

Y es tratando de comprender qué llevó a su hijo de apariencia y vida normal, a tomar decisión tan extrema, como los padres de los hijos que deciden terminar con sus vidas, pueden perder la paz.

Elizabeth Lukas, discípula de Víctor Frankl, llega a una conclusión: “cada persona responde a la vida de una manera individual.”

Víctor Frankl, dice en sus libros, que el hombre en su búsqueda de un sentido para su vida, a veces, pareciera no encontrarlo en esta tierra, lo que puede motivarlo a esperar hallarlo “del otro lado”, porque si así no fuese, no tomaría decisión alguna.

Se fueron de nuestra vida “dando un portazo”, sin pedirnos permiso, pero se fueron. Consideremos, por un momento, dárselo para que la partida sea menos dolorosa, para que ellos sepan que los amamos por sobre todo y a pesar de todo, y que no los juzgamos. Respetémosles su decisión de partir, aún de esa manera, a pesar del dolor. Quizás palabras similares a éstas puedan señalar el comienzo del retorno a la paz interior: Hijo querido, hasta aquí llegamos juntos. Tú has decidido seguir tu propio camino, has decidido partir. Yo te respeto, te quiero y deseo que seas feliz, que Dios te bendiga.

Es el amor que nos enseña, porque, detrás, alrededor, y dentro del dolor que debemos vivir, está el amor, que es lo único que nos puede salvar del abismo.

Elizabeth Lukas reflexiona que no importa cuan irrevocables sean los hechos, la logoactitud “ayuda a la gente a darse cuenta que todavía les queda una elección: elegir la actitud que adoptarán frente a esas situaciones. Pueden aceptarlas o condenarse a sí mismos o al mundo, pueden mostrar coraje y confianza en el futuro, o desesperanza.

Es su decisión: el destino más cruel no tiene el poder de decidir cómo deben ellos enfrentarse a él.”

Si encontramos una actitud positiva, al enfrentarnos a circunstancias extremadamente negativas, encontramos un gran consuelo en el hecho de que no necesitamos perder autoestima; podemos, aún, con orgullo, llevar nuestro sufrimiento con dignidad y ser, así, un ejemplo para otros padres en sus propias tragedias.

Por su parte, Elisabeth Kübler-Ross nos dice que las partidas prematuras – sean cuales fueren las causas - son una lección de amor incondicional, y, nuestros hijos, los maestros del verdadero y desinteresado amor, aquel que no tiene reclamos ni expectativas, que ni siquiera necesita de su presencia física.

Dejando fluir estos sentimientos en nuestro interior, daremos paso al nacimiento de un nuevo ser en nosotros. Un ser capaz de disfrutar nuevamente del sol y de la naturaleza en todo su esplendor, un ser que no resentirá la vida, porque ha comprendido la muerte. Que no rechazará el dolor, porque ha sabido aprender de él, y que se acercará a otros que sufren, ayudándolos a realizar su propio aprendizaje hasta encontrar la luz”.