A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



viernes, 25 de junio de 2010

¿POR QUÉ ESTAMOS EN RENACER?

Por Alicia y Gustavo Berti
“La mayoría de los padres dolientes que se acercan a Renacer, lo hacen porque no les gusta la forma en que están viviendo sus vidas, esto implica un deseo, consciente o no, de lograr una transformación interior de ser, de alguna manera, diferentes.


Se acercan no sólo porque han perdido un hijo, sino, porque habiéndolo perdido, no quieren seguir viviendo como lo están haciendo, es decir, que se dan cuenta que necesitan un proyecto de vida, pues no todo termina cuando se va un hijo, más bien, muchas cosas comienzan cuando se va un hijo, la tarea es descubrir qué es lo que comienza en la vida después que se va un hijo, qué es lo que comienza que valga la pena, qué es lo que comienza que tenga el mismo valor que ese hijo que se fue, ese es el desafío para todos nosotros.

¡Cuánto tenemos todavía para vivir! ¡Cuánto valor hay todavía en la vida! ¡Cuánto para hacer, para dignificar y para proteger la vida! Comencemos a hacerlo ya, si no lo hemos hecho antes y, si ya lo hicimos, sigamos haciéndolo; no nos quedemos cortos, porque nuestros hijos, los que están, los que no están, los que nos rodean, todo, la vida merece nuestro mejor esfuerzo siempre y por toda la vida.

Cuando parte un hijo, de repente, uno se encuentra aislado, solo con su dolor, solo consigo mismo, todo cambió; se rompió la conexión con el mundo, se rompió la conexión con el otro, se rompió el puente que nos unía al mundo y a los demás.

Entonces, tenemos que volver a construir ese puente que nos va a llevar otra vez a relacionarnos con el mundo y con los demás.

Construimos ese puente cuando nos acercamos al otro, cuando renunciamos a algo que es del propio yo, cuando renunciamos a lo que sentimos, cuando renunciamos a como estoy, por los demás.

Cuanto más pronto consideremos qué piensa y siente el otro, mejor nos vamos a sentir.

Cuando renunciamos a nuestro yo, por algo que no es nuestro yo, estamos renunciando a algo menos elevado, por algo más elevado y lo haremos por aquellos que nos necesitan y, en última instancia, lo haremos por ese hijo que nos está diciendo: ¿eso es todo lo que puedo esperar de ustedes?

Yo sé que eso no es todo lo que mi hijo espera de mí y sé, igualmente, que ninguno de sus hijos esperaría de ustedes la línea del menor esfuerzo.

Yo elijo lo que voy a hacer con mi vida, yo elijo como voy a llevar mi dolor, si lo voy a llevar buscando moneditas por el suelo o lo voy a llevar con dignidad porque así se lo merece mi hijo, porque así se lo merecen los hijos que me quedan.

La tristeza viene sola, la podemos cultivar como una manera de ser en el mundo, viviendo a medias, también podemos vivir así toda la vida, pero ¿Quieren, realmente, vivir así?

Yo quiero renunciar a esa manera de vivir, por una mejor manera y lo hago por todos, lo hago por ellos, lo hago por los que me rodean y lo hacemos cada día de nuestra vida por todos.

No me voy a sentir bien por una varita mágica que me toque y me diga a partir de ahora ya todo va a estar bien, no, no es así, es el esfuerzo de ir construyendo día a día, ese puente que me va a llevar, otra vez, a la vida plena, otra vez, a considerar al otro en mi vida.

Es natural estar triste ¿verdad? Es natural llorar un poquito, extrañarlo, pero no esa desesperación, no ese desasosiego interior que no puedo estar ni consigo mismo ni dentro de uno mismo, siendo como extranjero dentro del propio cuerpo, eso es lo que no puede ser.

Hay que elevarse como dice Víctor Frankl, en “las alas indómitas del espíritu”, elevarse por encima de lo que nos está pasando, por amor a ese ser tan amado y a los que quedan.

A veces, alguien piensa que ya no puede hacer nada por él o por ella, ¡cómo que no va a poder hacer nada!

Se puede renunciar al dolor desesperado por él o ella, se puede renunciar a sentir esa pena prolongada y hacer el esfuerzo, porque ellos merecen nuestro mejor esfuerzo, y siempre va a ser nuestra la responsabilidad de cómo vamos a vivir cada día de nuestra vida.

¿Qué vamos a hacer con esto que nos pasó? porque una cosa es lo que nos pasó y otra muy diferente es lo que hacemos con esto que nos pasó.

Nosotros siempre decimos que Renacer es un oasis, no es el lugar a donde yo voy a descargar todas mis broncas, todas mis tristezas, porque eso realmente lo puedo hacer en muchos otros lugares o a solas, en el baño en mi casa.

Estamos en Renacer no solamente porque hayamos perdido un hijo, estamos en Renacer porque queremos aprender a vivir de una manera que incluya amorosamente a nuestros hijos, que recupere el recuerdo amoroso de nuestros hijos sin lágrimas, que podamos hablar de ellos sin lágrimas.

Allí es donde el grupo acompaña a cada uno de sus integrantes a dar ese gran salto, le apoya y fortalece, le da las herramientas para ese cambio que, después de todo, sólo puede hacerse en la más absoluta soledad existencial.

No hablamos de compartir el dolor, sino de trabajar juntos para encontrar sentido al sufrimiento que nos toca vivir, para que cuando nos toque partir no nos haya quedado nada sin hacer, no nos haya quedado amor por dar.”

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