A pesar de todo... Sí a la Vida

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Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



sábado, 28 de agosto de 2010

UN LLAMADO A UNA NUEVA EXISTENCIA

“Es necesario reconocer que una separación genera un duelo, la muerte de un padre o un abuelo así como lo hace un exilio, para una persona anciana solitaria, también la muerte de una mascota puede generar un profundo duelo, así como puede hacerlo la pérdida de una casa en la que hemos vivido y nuestros hijos se han criado, pero la muerte de un hijo genera algo enteramente distinto a la muerte de un padre o un abuelo y más aún a la de una mascota.


Todos los padres decimos que después de la partida de nuestros hijos, la vida cambia para siempre, pero, ¿cuál es este cambio?

La creencia generalizada es que ese cambio es para peor, esperándonos una vida de tristeza, sin embargo, Renacer desde sus orígenes se afanó siempre en mostrar que la muerte de un hijo es un llamado a una nueva existencia, y va más allá, no sólo a una existencia radicalmente nueva, sino una mejor existencia, una existencia que permita transformar una realidad no sólo personal sino una realidad que permita transformar una desgracia personal en un triunfo de la humanidad entera, en otras palabras, un acto de grandeza existencial.

Muchos dirán que eso es una tarea muy difícil a lo que deberemos responder que a grandes interrogantes grandes respuestas; ¿es que acaso la muerte de un hijo no es el interrogante más serio que la vida nos ha planteado? ¿Y es posible que nuestra respuesta sea tan solo la de conformarnos con atravesar las etapas de un duelo de manera más o menos adecuada o quedarnos estancados en él?

Es posible dar un gran salto desde el sufrimiento a la grandeza. Si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo de mirar más allá del mero duelo y tratamos de entrar en lo excepcional, en la verdad, que es el hallazgo de sentido a esa pérdida.

El sentido de toda situación es aquel accionar que es bueno para la persona, bueno para los que la rodean y bueno para la vida. En otras palabras, la oportunidad que existe en cada crisis nos permite acceder a la grandeza como consecuencia de la muerte de un hijo. Frente a esta extraordinaria posibilidad ¿Cómo conformarse con un mero transitar un duelo? ¿Cómo conformarse con un mejor o peor análisis de la culpa, el odio y cuantos sentimientos y emociones negativas se pueda mencionar?

Foucault nos dice que al vivir una situación limite, a partir de ahí, se abre el espacio en que se juega lo divino, de esta manera está planteada la disyuntiva de atravesar el duelo o arriesgarse al espacio en el que reina lo inefable.

Renacer nació para mostrar, a quien estuviese dispuesto, un camino de grandeza que es posible seguir y es por esta razón que ese mensaje fue captado y aceptado por padres de muchos padres de América y Europa; no fue aceptado por ser un grupo de duelo sino por su inquebrantable voluntad de acceder a esta grandeza y mostrar algo radicalmente nuevo para la humanidad.

Es obvio que el pensamiento sobre el duelo, con el que Renacer fue creado, difiere en gran medida de aquel que se encuentra presente en algunos de los grupos, y en del de quienes en sus disertaciones se mueven con gran soltura en el terreno del duelo.

En nuestra cultura es conocido que la muerte cuando llega de visita a un hogar da un nombre a los deudos de la persona que ha fallecido, así es de uso corriente que, de un momento para otro, alguien se transforme en viuda, viudo o huérfano, quienes prontamente pasan a estar en duelo, pero hay un caso puntual en el que nuestra cultura no ha sabido aún como nombrar a quienes permanecen de este lado de la vida, es el caso cuando muere un hijo y cuando esto sucede todos se estremecen y recuerdan entonces que la muerte de un hijo no tiene nombre…

En la medida en que aún no existe palabra ni lenguaje que nombre a los padres que pierden hijos, todos los conceptos vertidos hasta ahora sobre el duelo por una muerte que al venir da nombre a los deudos, tales como viudez u orfandad, carecen de vigencia, carecen de sentido cuando se los aplica a los padres que pierden hijos; son sólo meras apariencias.

Cuando no hay nombre es necesario pensar lo no pensado, en el sentido de un proceso de creación auténtico, yendo más allá de un mero desocultar algo que ha permanecido oculto, hay que ir más allá de los límites, más allá de los paradigmas vigentes

Renacer es la historia de ese transcurrir, pero de una manera distinta de la hasta entonces considerada como “clásica”, alejada de todo tutelaje del ser sufriente, sea éste químico, psicológico, religioso o social, descubriendo, en el proceso de hacer camino al andar, la dimensión espiritual, donde tienen su origen aquellos fenómenos específicamente humanos, aquellos que han de permitir la búsqueda señalada.

Frente a esta circunstancia en la que una persona está inmersa y en la que debe desarrollar su vida a partir de ella, no es que tenga que desarrollar su duelo o su dolor, tiene que desarrollar una nueva existencia, pues la existencia de una persona está por encima de su dolor, la existencia es una cuestión integral comprende la totalidad de la vida.

Seguramente, que a todos nos cuesta vivir, no hay tarea más difícil que vivir la propia vida, aun antes de la partida de un hijo; hay que levantarse todos los días, hay que enfrentarse al patrón o enfrentar a quien sea y nos cansa, no tenemos la recompensa y los dineros no alcanzan; es muy difícil; es tan difícil que para muchas personas la muerte de un hijo es la excusa perfecta para abandonarse y decir: “yo haría el esfuerzo si no fuera que se me ha muerto un hijo”; la excusa perfecta para no hacer nada, a esos papás tenemos que mostrarles esa realidad, que cuando perdemos un hijo, hablar en términos de duelo, hablar en términos de elaboración de emociones y elaboración de sentimientos, son palabras muy pequeñas para lo que podemos alcanzar, son logros que si uno mira, son bien subterráneos, no es un lugar elevado

Por supuesto que algunas personas, algunos papás querrán hacer esto y no hay nada malo en que lo hagan, que trabajen elaborando un duelo priorizando sus emociones y sentimientos; la tragedia, en el fondo, sería que el grupo Renacer no pudiese mostrarle a esos papás que hay algo que trasciende a todo eso, que hay algo que cualitativamente es superior a todo eso, que hay nuevos mundos por explorar y, por sobre todo, mundos que son posibles de ser transformados por nosotros, mundos en los que podemos hacer espacios para aquello que no es infierno

Hay que buscar nuevas palabras, un nuevo lenguaje para definir lo que es la pérdida de un hijo; el dolor no se elabora, el dolor se trasciende, se busca un sentido a esto que nos pasó, se busca un sentido a la tragedia que nos tocó vivir, no se busca la resignación, no se busca la paz ni la serenidad como objetivo último, hemos vivimos un acontecimiento límite, una circunstancia, un cambio radical tratar de forjar una nueva humanidad, tratar que toda nuestra experiencia sirva para crear mundos de amor, tolerancia, respeto, solidaridad y compasión, no declamados sino vividos.

Es un cambio existencial, pues no somos las mismas personas y no podemos querer seguir siendo los mismos, cuando somos libres para elegir ser mejores personas o peores, aunque la libertad duele, pues ser peor persona es facilísimo, ni siquiera hay que levantarse de la cama, no exige ningún esfuerzo, el desafío es: ¿qué hago de aquí en adelante?

A veces se dice hay un antes y un después: NO; seremos mejores o peores personas, cuando decimos que hay un antes y un después estamos buscando las causas, los por qué; ser mejores personas es buscar una finalidad, nosotros buscamos el para qué. En esto nos ayudó Elisabeth Kübler Ross cuando habla de un despertar espiritual con estas palabras: “por más absurdo que pueda parecer, el hecho de perder un hijo podía provocar en los padres un verdadero despertar espiritual”

El objetivo es encontrar sentido a esta tragedia y cuando se le encuentra sentido, lo más maravilloso es que nuestros hijos no se van en vano, es que su partida no es estéril, es que este sufrimiento es germen, es tierra fértil en este corazón, para que crezcan nuevas raíces, una nueva planta, planto un nuevo árbol cuyas ramas lleguen al cielo.

Nosotros estamos cada vez más convencidos que cuando un hijo muere no hay, en realidad, algo como un duelo que sea posible transitar sin morirnos en el intento. Por eso estamos convencidos que hay que mirar más allá del duelo, hay que clavar la mirada, el corazón y el sentido en aquello que está más allá de nuestra realidad tal como hasta ahora hemos podido representarla. Es necesario trabajar con una nueva realidad, una realidad que comienza a dejarse ver a través de este camino de espiritualidad al que la muerte de un hijo nos abre las puertas. Toda otra visión, todo otro proyecto, enfrentado a éste queda disminuido.”

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