A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



jueves, 25 de marzo de 2010

NUESTRA ACTITUD FRENTE A LA VIDA

“Se nos ha dicho que cuando perdemos un hijo estamos tan llenos de dolor que no tenemos nada para dar salvo dolor y desesperanza y que ¿cómo podemos ir a un grupo a dar algo de nosotros?

Esto quizá haya sido cierto hasta que llegó Renacer proponiendo un cambio existencial al sostener que la pérdida de un hijo es una condición permanente, pero el sufrimiento que ello produce no debe ser permanente y que, aún inmersos en la más profunda crisis, siempre nos queda la libertad para decidir la actitud con la que hemos de enfrentar nuestro destino.
Frente a lo irreversible, frente a aquello que no puede ser cambiado, el hombre tiene aún la última de las libertades individuales: la de elegir la actitud con la que ha de enfrentar su destino, a la vez, hacerse responsables de esa elección, y se podrá vivir como si los hijos fueran los artífices para arruinarnos la vida o convertir a los hijos que partieron en un valor, es decir, en algo que nos arrastre hacia nuevos valores orientados hacia el futuro.
La pérdida de un hijo es la crisis existencial más severa por la que un ser humano puede pasar, sin embargo, dentro nuestro, hay recursos interiores tan fuertes, tan increíbles, que se descubren, justamente, frente a una crisis como ésta y nos damos cuenta que se puede, hay cosas hermosas que uno descubre a partir de lo que nos pasó.
Si a nuestro hijo sólo lo dejáramos en el recuerdo del pasado, nos haría daño pues nos tendría atrapados entre recuerdos y sentimientos que no nos ayudarían a enfrentar el presente, el aquí y el ahora; pero, si yo, por mi libre elección lo convierto en un valor, lo veo adelante de mí, como algo que me arrastra, exigiéndome que actúe, que me esfuerce, se convierte así en una fuerza impulsora que me obliga a la acción, a salir para adelante.
Cuando muere un hijo, lo que importa es lo que hacemos de allí en adelante, lo que importa es cómo vivimos nuestra vida a partir de lo que nos pasó.
El vacío que dejan los hijos que se van, a veces lo queremos llenar con algo y no sabemos con qué y lo primero que se nos ocurre es llenarlo con más dolor, con lágrimas, con el llanto desesperado, con depresión o llenarlo con pastillas; si están tomando pastillas por que están tristes, están postergando lo que tarde o temprano han de enfrentar sin pastillas.
Si hay tantos padres que han podido salir, les aseguramos que ustedes también pueden salir, no abandonen la lucha, porque los hijos se lo merecen.
Hemos trabajado con el convencimiento que al enfrentarnos a situaciones límites nos damos cuenta, quizá por primera vez, que somos seres históricos, envueltos en nuestro propio devenir, que la historia ya realizada no puede ser cambiada, que no tiene sentido continuar rumiando eternamente sobre ese pasado, y que la salida existencial yace por delante nuestro, en lo que aún queda por realizar de nuestro futuro, en otras palabras, que la única manera de eliminar la oscuridad es dejando que entre la luz.
Alguien puede tomar la pérdida de un hijo y decir que el hombre es lo que recibe y que el destino lo ha castigado y ahí se terminó todo, o podemos decir que nosotros somos lo que damos a la vida y que la memoria de nuestros hijos es lo que vamos a entregar a la vida.
Tenemos que pensar muy bien que es lo que vamos a entregar a la vida, entonces podemos darnos cuenta que lo que el destino nos ha brindado es una realidad de la vida y que a nosotros nos queda la libertad interior de decidir qué va a hacer cada uno con el dolor que le ha producido la pérdida de un hijo, porque una cosa es lo que a mí me ha pasado y otra cosa es lo que yo decido hacer con eso que me ha pasado, que no es lo mismo.
Nuestros hijos han partido antes de lo que quisiéramos, pero aunque uno se muriera en vida, uno no pode decir que se muere porque se murió su hijo ¡me he muerto porque he elegido morirme después que mi hijo partió!, que es muy distinto, es pues responsabilidad de cada uno de nosotros la actitud que asumamos.
Los papás de Renacer tenemos la responsabilidad de trasmitir una actitud de solidaridad, de amor incondicional, de rescatar el valor de la vida por encima de todo lo que nos pueda pasar, lo tenemos que llevar en nuestra actitud todos los días de la vida, es nuestra responsabilidad trasmitir alegría de vivir, es nuestra responsabilidad trasmitir el valor de la vida y no importa lo que pase afuera, no importan los problemas que haya, yo tengo que tratar de mantener siempre mi mejor actitud y dar siempre lo mejor de mí, en todas las situaciones de la vida.
Al descubrir una vida nueva, al descubrir una persona nueva en nosotros, nuestra conciencia despierta y ya no podemos vivir irreflexivamente ningún momento de nuestra vida, porque ahora sabemos que esto es transitorio, lo sabemos desde adentro, entonces, aunque estemos bien tenemos que estar siempre alertas, siempre con la conciencia despierta, porque si no podemos volver a los vicios anteriores y los falsos valores vuelven a introducirse en nuestra vida y entonces, el dolor por la partida del hijo vuelve a hacerse presente.
Necesitamos tener la conciencia despierta para no estar ausentes allí donde somos espiritualmente necesarios.
Esto es parte de la esencia de Renacer Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

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