A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



viernes, 30 de abril de 2010

ANTE LA PARTIDA DE UN HIJO

Por Alicia y Gustavo Berti
“Ante la partida de un hijo -a quien difícilmente estaremos preparados para despedir- el dolor es demasiado intenso, desconocido; pareciera que la vida no debería continuar, el tiempo en su eterno fluir se hubiera detenido en un punto en el espacio, un punto de total incredulidad e irrealidad.
Nadie sabe qué decirnos; todos escapan ante una realidad que no conocen, que siempre han ignorado, que no saben manejar.
No puede ser, nos repetimos una y mil veces y, sin embargo, es; y debemos seguir viviendo; pero ¿cómo?, nos preguntamos una y otra vez. Pero todo dolor trae consigo una enseñanza y puede llegar a ser una experiencia regeneradora, porque es moviéndonos a través del dolor, explorándolo, conociéndolo, que lograremos llegar más allá de él, más allá de lo inmediato, más allá del materialismo limitante; rescatando de un rincón del corazón los olvidados valores espirituales del hombre, que son los únicos que pueden salvarnos de una vida sin sentido, de una muerte en vida.
Entonces la muerte de nuestros hijos no habrá sido estéril, porque es a través de su partida que el verdadero sentido de la vida se comprende; como un tiempo precioso y finito que debemos vivir al máximo, pero de otra manera, ya que el camino trazado hasta ahora no sirve para esa nueva realidad. Debemos recomenzar, es como renacer de las cenizas. Debemos captar el mensaje de infinito amor que nuestros hijos al partir nos dejaron y que los hijos que quedan nos recuerdan cada día: dar amor, sólo amor.
Son nuestros hijos los maestros del verdadero y desinteresado amor y este sentimiento no tiene reclamos ni expectativas, ni siquiera necesita de una presencia física.
Y cuando hayamos encontrado la paz y la aceptación, habremos de trasmitirla a los demás, a los que la necesitan, a los que sufren, a los que aún viven en la oscuridad de la desesperanza y la rebeldía.
La muerte no marca el fin de todo, es sólo una necesaria etapa en la evolución espiritual del hombre, es una parte integral de la vida, la que nos marca el límite de nuestra existencia terrena y nos enseña a apreciarla en su verdadera dimensión para vivirla totalmente, rescatando esa olvidada espiritualidad en nuestro diario vivir para saber prepararnos para que, en el momento de realizar nosotros la transición, saber que no hemos dejado cosas por hacer y en el instante de dejar el capullo, para volar libres de regreso a casa, sepamos que hemos comprendido el mensaje de nuestros hijos, porque hemos dado todo el amor de que fuimos capaces.”
“Nosotros nos dimos cuenta que teníamos la responsabilidad de hacer que nuestro hijo viviera a través de la forma en que nosotros vivíamos nuestra vida, de tal manera, que ese hijo no se fuera de nuestra vida y simplemente lo dejásemos relegado a la categoría de absurdo de la vida, de accidente fatal, de un Dios que tiene formas misteriosas y oscuras, que yo no comprendo... ¡No señor! teníamos que rescatarlo de las garras de lo absurdo.
Rescatar la muerte, la partida de nuestros hijos, de las garras del absurdo y devolverlo a la vida como un acto de total amor y entrega, un acto de sentido.
La partida del hijo y tanto dolor, que tuviese sentido.
No es una tarea fácil, cuando uno recién se lo plantea: ¿es que este dolor tiene sentido? y ahí está la elección.
Y entonces no dejamos que el sufrimiento nos derrote porque entonces significaba que Nicolás también estaba siendo nuestro verdugo.
¿Ustedes quieren que sus hijos sean sus verdugos? ¿Los que quitaron toda alegría a la vida?
¿Están de acuerdo ustedes con que no deben ser nuestros verdugos?
Entonces no vamos a dejar que se conviertan en, simplemente, un hecho absurdo que un día cambió nuestras vidas para mal, entonces tenemos la responsabilidad de vivir nuestra vida en homenaje a ese hijo que partió por todo lo que nos está enseñando a través del dolor, por la hija que nos queda, pero también ¡sí señor! por nosotros mismos, porque si estamos vivos, si estamos de este lado de la vida, es porque, evidentemente, todavía somos útiles para la vida.
La vida todavía espera algo de nosotros.”

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