A pesar de todo... Sí a la Vida

A pesar de todo... Sí a la Vida
Te ofrecemos un ámbito cálido y confiable para abrir el corazón,

donde la sinceridad se convierte en actitud esencial.

Un espacio dónde con esfuerzo y paciencia podremos llegar a la aceptación, a reconstruír el vínculo con ese hijo que hoy se constituye como presencia distinta.

Con la esperanza de lograr una vida digna.



domingo, 11 de abril de 2010

LA PÉRDIDA DE UN HIJO

La pérdida de un ser querido es el suceso más estresante, y la de un hijo es la peor.
Es que en la muerte de un hijo, al dolor, la congoja y sensación de aniquilamiento afectivo hay que agregarle la vivencia de mutilación.

La mayoría de los padres viven este acontecimiento como la pérdida central de sí mismos y como la destrucción de las perspectivas y esperanzas del futuro.

La muerte de un hijo es considerada en todas las culturas un hecho antinatural y emocionalmente inadmisible. Es claro que ni siquiera existe una palabra para llamar a los que penan un hijo muerto.

En el 1er año del duelo aumenta el número de consultas al médico.

Mantener la pareja unida es todo un desafío, es importante permanecer lo más unido posible. Es indispensable poner en palabras lo que esta pasando para ayudarse mutuamente, porque es casi imposible pasar por todo este dolor y sobrellevar esta situación sin tu pareja. Es necesario decidir desde el comienzo mantener un diálogo que permita sincerar los sentimientos, las fantasías y los miedos de cada uno para evitar sentirse distanciados o incomprendidos. Ya que la relación de pareja represéntale mejor y mayor apoyo frente a la trágica pérdida.

Es imprescindible alejarse todo lo que se pueda de la gente desubicada que quiere “ayudar” en este momento tan difícil. Porque ellos no tienen ni idea de lo que hacer con respecto a este tema.

Lo cierto es que nada saben de los que nos pasa, tal vez por ello la muerte de un hijo es el evento más solitario y aislante en la vida de una persona.

Los padres dicen que los amigos se convierten en extraños y muchos extraños se convierten en amigos.

Lo mejor es aceptar la profundidad del dolor, como lo más normal de la experiencia más difícil que una persona pueda vivir.

Los grupos de autoayuda son un paraíso seguro para los padres que han perdido uno o más hijos. Porque comparten lo más profundo de la pena con otros que han pasado por los mismos sentimientos.

En el grupo se aprende que: No estamos enloqueciendo.

A sentirse solidario en un todo con lo sucedido.

A aceptar que les pasa lo mismo que a muchos otros.

A permitirse su propio duelo, sin imitar, ni comparar el propio dolor con las expectativas del otro.

A contener, apoyar y entender al otro.

A darse cuenta que si no permiten que se destruya la pareja, terminará por afianzarla.

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